martes, 4 de febrero de 2014

"El orden del discurso." Foucault

 Discurso. En el momento en que nos ponemos a hablar ya nos precede una voz sin nombre desde hace mucho tiempo. El discurso está en el orden de las leyes.
 Discurso controlado. La producción del discurso está controlada, seleccionada y redistribuida por procedimientos que tienen por función conjurar sus poderes y peligros.
 Procedimientos de exclusión.
 Lo prohibido. Tabú del objeto, ritual de la circunstancia , derecho exclusivo o privilegiado del sujeto que habla; son las regiones de la sexualidad y la política. La vinculación con el deseo y con el poder del discurso es lo que manifiesta el objeto del deseo que traduce las luchas a los sistemas de dominación, aquel poder del que quiere uno adueñarse.
 La oposición entre la razón y la locura. El loco es aquel cuyo discurso no puede circular, su palabra es considerada nula y sin valor, que no puede testimoniar ante la justicia.
 La oposición entre lo verdadero y lo falso. En el interior de un discurso la separación entre lo verdadero y lo falso no es arbitraria, ni modificable, ni institucional, ni violenta. En los poetas griegos el discurso verdadero era el discurso pronunciado por quien tenía el derecho, era el discurso que decidía  la justicia profetizando el porvenir.  La verdad se desplazó del acto ritualizado, eficaz y justo de enunciación hacia el enunciado mismo: la voluntad de saber que caracterizó la cultura clásic en los siglos xvi y vxii, y apareció una voluntad de saber. La voluntad de verdad está apoyada en una base y una distribución institucional. La literatura occidental ha debido buscar apoyo sobre lo natural, lo verosímil, sobre la sinceridad y sobre la ciencia, como si la palabra misma de la ley no pudiese estar autorizada en nuestra sociedad más que por el discurso de la verdad.
 Procedimientos internos. 
 El comentario es el desfase entre un primer y un segundo texto que representa dos cometidos solidarios. Por una parte permite construir nuevos discursos, y por otra parte tiene por cometido decir por fin lo que se estaba articulando allá lejos. El comentario permite decir otra cosa aparte del texto mismo, pero con la condición de que sea ese mismo texto el que se diga, y el que se realice. Lo nuevo no está en lo que se dice, sino en el acontecimiento de su retorno.
 El autor. Como principio de agrupación del discurso, como unidad y origen de sus significaciones, como foco de su coherencia. La atribución a un autor es indispensable y se advierte que no posee siempre la misma función. en el orden del discurso literario se les pide que digan de dónde proceden, que el autor rinde cuenta de la unidad del texto, que lo articule con su vida personal y con sus experiencias vividas.
 Disciplinas. La organización de las disciplinas se opone tanto al principio del comentario como al del autor. Existe una especie de sistema autónomo a disposición de quien quiera o de quien pueda servirse de él, sin que su sentido o su validez estén ligados a aquel que ha dado en ser el inventor. Existe una posibilidad de formular indefinidamente nuevas proposiciones. Para pertenecer a una disciplina una proposición debe inscribirse en cierto tipo de horizonte teórico. Cada disciplina reconoce proposiciones verdaderas y falsas. Una proposición debe cumplir complejas y graves exigencias para poder pertenecer al conjunto de una disciplina, debe estar en la verdad. 
 Procedimientos de sumisión del discurso. 
 El ritual define la cualificación que deben poseer los individuos que hablan. Es una forma superficial y visible.
 Las doctrinas constituyen lo contrario de una sociedad de discurso. La doctrina tiende a la difusión a través de la puesta en común de un sólo y mismo conjunto de discursos que definen su dependencia recíproca. La doctrina vincula a los individuos a cierto tipo de enunciación, y como consecuencia les prohibe cualquier otro. La doctrina efectúa una doble sumisión: la de los sujetos que hablan a los discursos, y la de los discursos al grupo. Todo sistema de educación es una forma política de mantener o de modificar la adecuación de los discursos, con los saberes y poderes que implican. Un sistema de enseñanza es una ritualizacón del habla.
 Logofobia. El discurso es una reverbación de una verdad que nace ante sus propios ojos. Hay en nuestra sociedad una profunda logofobia, una especie de sordo temor contra ese gran murmullo incesante y desordenado del discurso. Para analizar este temor en sus condiciones, su juego y sus efectos, es necesario limitarse a tres decisiones: replantearnos nuestra voluntad de verdad; restituir al discurso su carácter de acontecimiento; levantar la soberanía del significante.
 Reglas/ principios/ nociones que deben servir de principio regulador en el análisis.
 Principio de trastocamiento. Se hace necesario reconocer el juego negativo de un corte y de ua rarefacción del discurso.
 Principio de discontinuidad. Los discursos deben ser tratados como prácticas discontínuas que se cruzan, a veces se yuxtaponen, pero que también se ignoran o se excluyen.
 Principio de especificidad. Es necesario concebir el discurso como una violencia que se ejerce sobre las cosas, como una práctica que les imponemos.
 Principio de exterioridad. A partir del discurso mismo ir hacia sus condiciones externas de posibilidad.
 Las nociones fundamentales que se imponen actualmente son las del acontecimiento y de la serie, con el juego de nociones con ellas relacionadas: regularidad, azar, discontinuidad, dependencia y transformación.
 El acontecimiento no pertenece al orden de los cuerpos, se produce como efecto de una disperción material. La filosofía del acontecimiento debería avanzar en la dirección de un materialismo de lo incorporal. Se trata de censuras que rompen el instante y dispersan al sujeto en una pluralidad de posibles posiciones y funciones. Una discontinuidad que golpetea e invalida el instante y el sujeto. E independientemente de ellos es preciso concebir una teoría de las sistematicidades discontinuas. Si es verdad que esas series discursivas y discontinuas tienen su regularidad, ya no es posible establecer vínculos de causalidad mecánica o de necesidad ideal. Hay que aceptar la introducción del azar como categoría en la producción de los acontecimientos. Consiste en tratar a los dicursos como series regulares y distintas de acontecimientos, como una pequeña máquina que permite introducir en la misma raíz del pensamiento el azar, el dicontinuo y la materialidad. Tres nociones que deberían permitir vincular a la práctica de los hitoriadores la historia de los sistemas de pensamiento.

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